viernes, 6 de mayo de 2011

Ese humeante compañero

“El café debe ser caliente como el infierno, negro como el diablo, puro como un ángel, y dulce como el amor“, Charles Maurice de Talleyrand-Périgord (1754-1838)

El café ha sabido trascender la barrera de la infusión. Sabe ser un nexo, un pretexto, casi un canal de charla, porque nadie charla té mediante. Es el café nuestro compañero en debates y centinela en noches de estudio. Pero no por eso ha de perder protagonismo su sabor, que el símbolo no quiebre el placer de bebernos un buen café. 
  Fuerte, suave, cortado o lágrima, el café necesita de una minuciosa preparación para conseguir el punto exquisito. ¿Son los granos negros mejores para un café fuerte? ¿Hay que molerlos en forma fina? ¿Hace mal la cafeína? Estas y muchas otras preguntas serán respondidas en esta nota para acabar con esos mitos que han perdurado a lo largo de la historia.
  Disfruta de esta nota y aprovechá para darte el gusto con la compañía de un buen café.

    
Leyendas e historia

Existen muchas leyendas sobre el descubrimiento del café. Una de ellas afirma que una vez cuando el profeta Mahoma se encontraba enfermo, recibió la visita del Ángel Gabriel, quien le ofreció una bebida oscura como La Piedra Negra de La Meca y le devolvió la salud y la fuerza viril.
   Otra de las historias que ha tenido un gran peso con el paso del tiempo es la de un pastor etíope, llamado Kaldi, que cuidaba de sus cabras. Un día, notó que sus animales saltaba por todos lados llenos de energía. El joven se percató que su rebaño había comido las frutas del tamaño de una cereza de un arbusto desconocido. El etíope probó una de sus plantas y sintió una gran exaltación. 
   Con tal descubrimiento, Kaldi llevó las frutas a un monasterio, quien decidió calentarlas; lo único que consiguió fue un líquido muy amargo. No contento con el resultado, lo arrojó al fuego al instante. Cuando las semillas tuvieron contacto con las llamas, comenzó a emanar un aroma delicioso. Es así como juntos, decidieron crear un líquido a base de estas semillas tostadas, el cual con el tiempo sería reconocido como café.
   A pesar de la creencia de muchos, el primer registro de la planta de café fue en Etiopía y no en zonas arábigas. Desde allí pasó a India y Arabia, lugar donde se conocieron los efectos y virtudes del café, pero que mantuvieron en secreto como brebaje medicinal. 
   Sin embargo, los grandes propagadores del café fueron los holandeses, quienes explotaron las plantaciones de sus colonias de Celián e Indonesia.
   Gracias a ellos, esta bebida comenzó a ser un furor en grandes ciudades como Amsterdam, París y Londres, desde donde llegaron a la Guayana francesa y varios países  latinoamericanos. 
   En tres siglos, el café no solo se convirtió en una de las bebidas más populares del mundo, sino que también, hoy en día, es el segundo producto de consumo más comercial del planeta ( solo es superado por el petróleo).




El secreto de los granos

Las plantas de las que se consiguen los granos de café son las plantas de cafeto. Estos árboles, que pueden conseguir hasta once metros de altura, crecen en zonas ubicadas entre los trópicos de Cáncer y Capricornio. Existen dos tipos: el coffea arábica y el coffea robusta. La zona de la plantación influye directamente al resultado final.
   Los granos de café poseen distintas características. Los de color oscuro se identifican por dar un sabor fuerte o amargo; los claros, por el contrario, otorgan un sabor más suave. El secreto en el desarrollo del sabor y el aroma radica en la tostión del grano. Los molidos finos darán sabores amargos, a excepción de las cafeteras expreso en las que es necesario dicha textura. Es preferible utilizar un molido de termino medio.

   
Cómo se prepara un buen café

La cantidad del agua es uno de los pilares básicos para un buen café. La proporción ideal es de 10 gramos para 180 mililitros de agua fresca y pura. La temperatura adecuada es justo después de hervir, entre los 92 y 96 grados.
   El molido necesario para máquinas expreso es de textura fina; para las cafeteras de émbolo, molido grueso. El café una vez molido debe usarse preferentemente en los primeros siete días para que no pierda su frescura.
   Cuando se hace batido, el secreto radica en mezclar el café con azúcar y unas pocas gotas de agua y mezclar durante varios segundos. A más clara la mezcla, más sabroso el sabor. Para conseguir que tenga espuma, se utiliza un poquito de agua con gas.
   Las tazas ideales donde servir café tienen que ser de barro, porcelana o losa. A menudo en lugares express, se sirven en vasos de plástico o telgopor. Si bien este envase es práctico para tomar camino al trabajo o a donde sea, el sabor original del café se pierde radicalmente.

¿El café hace mal?

Es común caer en el error de afirmar que la cafeína es dañina para la salud. Como cualquier otro alimento o bebida, consumida con moderación, es totalmente benigna. 
   La cafeína es un alcaloide conseguido del café, el té y otros vegetales. Depende el organismo, a veces puede generar insomnio, o por el contrario, cansancio y sueño. Dado que las infusiones son irritantes de las mucosas, se recomienda la moderación de consumo a aquellas personas con problemas digestivos. La malta y el descafeinado son algunas variantes. Quienes también deben evitar esta bebida son las embarazadas y los diabéticos.
   El café no solo tiene efectos negativos, puede ser aliado en prevención de muchas enfermedades como el mal de Parkinson, cáncer de colon, problemas hepáticos, formación de coágulos y decenas de otros problemas. Funciona también como estimulante y diurético.
   Resumiendo: con un promedio de tres tazas por día, el café no ocasiona grandes problemas.

La percepción

Hay ciertas características que van a determinar la calidad de un café: el sabor, el aroma, la acidez y el cuerpo. 
   La fragancia es una combinación del aroma y el sabor. El olor que percibimos nos da una pista de cómo será y en ocasiones, puede saber aún mejor de lo que sentimos olfativamente. El término de acidez no significa ni ácido ni amargo; es la propiedad limpiadora y vivificante de la lengua, con la cual se puede percibir si el café es más o menos suave, más o menos amargo. El cuerpo es la consistencia del café en la lengua. Por último, el sabor se define como la impresión del conjunto de aroma, acidez y cuerpo.


Calidad de producto
   
El café expreso ha sabido convertirse en el café por antonomasia.  Cuando acudimos a cualquier cafetería o restaurante, encontraremos que se usan las máquinas de expreso, originarias de Italia. Su cuerpo y sabor son exquisitos, podemos agregarle leche o crema para que no quede un sabor tan fuerte. Las cafeteras Nespresso son una de las mejores en el mercado con una amplia gama de productos.
   Pero bien, uno pide un café, en donde imaginen , y suponemos que va a ser de buena calidad. Error, no siempre es así. Es horrible sentir el sabor de un café aguado, recalentado o algo inexplicablemente desagradable. Es un insulto al café prepararlo a la ligera. El cliente tiene la obligación de reclamar un producto de calidad. 
   A nuestro gusto, el mejor café es el batido que se hace en casa. Si se logra la mezcla justa, consigue un sabor incomparablemente delicioso. Agregarle algún ingrediente no nos parece pecar, por eso nos parece delicioso el detalle de un poco de crema, canela o algún licor que tengamos a mano.
   En nuestro país uno de los más ricos es el café Cabrales, que lleva más de 70 años en el mercado. También están La Morenita, Bonafide, La Virginia y Café Martínez. Todos son proveedores de granos y productos de café de una calidad estupenda. A nuestro gusto, el más sabroso es Nescafé, que tiene sede en Suecia y alcanza una gran cantidad de ventas en nuestro país.
    

En esta nota queríamos introducir al café como elemento de crítica ya que próximamente hablaremos mucho de él. 
A pesar de las técnicas y calificaciones del café, el factor más importante es el gusto de cada uno. Cortado, lágrima, capuchino, con crema, con chocolate… hay un café perfecto para cada uno de nosotros, solo hay que encontrarlo.

Les dejamos este simpático video, ¡que lo disfruten!




Por Macarena Rodríguez

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